Tuesday, August 19, 2014

Marco Henríquez-Ominami

La mayoría de la gente ha muerto, los que no es sólo porque no ha transcurrido mucho tiempo desde el día que nacieron, e igualmente por la cuota de suerte con que contamos todos quienes tenemos la oportunidad de transitar en el reino de los seres vivos.
El agua y las piedras, nuestros mayores embajadores de la inercia (de inerte), yacen en el universo para indicarnos que sí hay una eternidad, de la que fuimos, somos y seremos parte, en la medida que carezcamos de consciencia, esa gracia caduca que me permite tener voz y anular votos.
Marco Henríquez-Ominami, a propósito de votos, es un millón de veces menos importante que lo que cada uno de nosotros comerá hoy al almuerzo, pero esto, aunque parezca vejatorio, es muy bueno para la salud de Marco, y sobre todo para la de su familia.

Los pajaritos que cantan en lo alto, con las plumas enredadas entre la paja y los desechos de sus nidos, son la total antítesis de las piedras, y el aire la libertad del agua y de todos nosotros, espacio privilegiado que los pájaros ocupan a su regalado gusto. Nada más conveniente que habitar en lo que me parece la metáfora más clara de la inasible libertad (en segundo lugar estarían el agua y las ideas, quizá en empate).

Hoy, como ayer, visto un chaleco de lana que me hace sentir estúpidamente más cercano a la naturaleza, pues proviene de un animal que no debió ser exterminado, sino solo esquilado, para proveerme de abrigo. Además, algunas de las pelusas e hilachas que se desprendan de mi chaleco podrán llegar a componer parte del nido de un pájaro, probablemente de un gorrión, loro o paloma, pudiendo alguna de sus crías/polluelos, posar su pequeño potito de ave desplumada sobre la suave textura de mi lana, desprendida sin perjuicio contra mi persona, solo como un producto irrelevante del desgaste que sufre mi chaleco cuando lo uso y lavo.

Admirable me parece la labor de las polillas, que, aunque diminutas e inofensivas para el hombre en un encuentro frontal (cara a cara), pueden llevar todo tipo de materiales de construcción dentro de su estómago (maderas, aislantes, barniz, polímeros, etc.) igualmente diminuto. Ellas, ecologistas por naturaleza, fabricantes de ruinas y de nostalgia, sin duda son uno de los insectos por los que siento mayor simpatía y admiración (también me conmueven las pulgas, abejas,  hormigas y hormigones).


Thursday, August 07, 2014

lo que va y lo que queda

vale lo que va
pero + vale lo que queda
pues sea poco o mucho
mantiene la gracia de aún no ser
y de quizá nunca llegar a serlo

la penumbra
vale más que la luz misma
antes de la pérdida el nostálgico agotamiento
parecido a lo que hubo pero sigue siendo
aunque irrefrenablemente dejará de ser

ahí estoy
ahí vivo
en la totalidad desintegrada
en el origen que tuvo origen
y el final que ya una vez terminó

las gotas que fueron grandes masas de agua
serán rocío y luego humedad antes de secarse

el todo y la nada coquetean por sobre lo que soy
y a veces
cuando creo ser un espacio intermedio
un acabar que comienza
descubro el vacío de no tener ni contener
contenido por ti
y por lo que ambos contenemos del otro
cuando dejamos de pensar y sentimos

los círculos que dibujo en vida
me confieren de la incesante energía del universo
y en cada giro 
en cada cierre
vuelvo a un estado inicial
distante tal vez de todo inicio
cómo saber cuál es mi lugar 
si finalmente todos los estados transitan
en la eternidad que a veces creo tocar
con los ojos cerrados
con el cuerpo hecho polvo y regado

no tengo alternativa
no tengo mayor propósito que dejarme caer en la circulación
donde independiente del lugar en que me deje caer
pasaré igualmente por todos los lugares

cada consciencia genera un espacio
y en ese nido al que llamamos infinito
se fecunda a sí mismo
esperando aparecer desde la translucidéz de las consciencias absorviendo su propio resultado