Thursday, November 21, 2013

Del regazo al rezago

Y de la cuna a la cuneta. 
El juego de la quizá no tan azarosa coincidencia lingüística continúa cuando prefiero llamar guaguabundo a este vagabundo.
Cualquier esbozo de creatividad escrita no alcanza para abordar la potencia y potencialidad sensible de esta imagen que condensa tan bien el sinsentido de la vida, o de algunas vidas como la de este hombre.
Él, se sintió tan protegido en las primeras etapas de su vida, que hoy puede sentirse protegido en cualquier parte. Si tras leer esto te parece sensato o razonable, debo señalar que es una ironía.

Él, se sintió tan desprotegido desde la primera etapa de su vida, que simplemente se acostumbró a la desprotección, y, probablemente, de perderla la extrañaría. Como el perro vago que es recogido tardíamente y abandona al amo para regresar a la calle.
Mi problema de sensibilidad fluctuante entre el ser humano corriente y psicópata, no me ha permitido en esta oportunidad sentir alguna forma de pena o compasión, pero la imagen concilia de manera tan evidente el sentido de la estética con su significación emocional (forma y contenido), que no pude contenerme de hacer comentarios al respecto y guardarlos acá en el blog para la incierta posteridad.


De un anillo iluminado a la cuna
Que no es cuna pero debo imaginar
Alguna forma propia de arrullarse
Cuando tienes una vida que dejar
Distancia disipada por el hambre
Soledad por la esperanza de algo más
De no haber voluntad habrá locura
De no haber locura un perro al que cuidar.

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