Sunday, October 27, 2013

La despedida del terapeuta

Lo mejor y lo peor es quedarse sin razones, decretar algo porque sí, no vacilar un punto de los muchos que componen la reflexión y seguir adelante comandado por esa idea avasalladora e inadmisible para quienes no cuestionamos la vida.
No es este el mejor inicio para una carta de despedida. Un suicida debiera mostrarse mucho menos razonable, con la compulsiva y atípica convicción de quien no se da tiempo para mirar atrás; como una estampida emocional que alcanza a llegar al mundo de las ideas por esa mínima necesidad de comunicar, inherente a cualquier persona, y no poniendo su propia certeza suicida en un marco subjetivo.
La diferencia está en la forma de llegar al mismo destino, porque en el transcurso de esta redacción no soy yo quien escribe, sino aquél suicida imposible que, aún atemporalmente, ayer llevó, hoy está llevando, y mañana llevará a cabo su tarea, no por mandato místico ni acto psicótico, tampoco por algún diagnóstico en las esfera de los trastornos anímicos, sino porque arbitrariamente ha decidido poner fin a sus asuntos.


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