Friday, July 20, 2007

Cierre de transmisiones

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Entre tanto recorrer espacios mentales mientras me desplazo en otros físicos, ya pierdo la noción de cuales son cuales o tales, y entonces comienza a aparecer frente a mis ojos la fusión que muchos llaman confusión, pero que sin embargo tiene bastante que decirnos, el mandala mismo que ha de abrirse con esfuerzo, con una piscola, con drogas, haciendo deportes, meditando, arando la tierra o en el orgasmo de morir.
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Reunidos en un grupo de teatro local charlábamos sobre la mediocridad de los servicios públicos liderados mediáticamente por el malnacido transantiago que fuera de la región metropolitana a nadie le importa; salió entonces a flote el tema de las minorías silentes que muchas veces son mayoría pero prefieren vivir en el espacio obnubilado u obnubilante de la convivencia vecinal y las conversaciones inducidas por el escándalo de última hora ocurrido en una discotheque capitalina o tal vez bonearense que protagonizaron tres modelos, un futbolista, doce fotógrafos, de los cuales siete eran homosexuales, dos prostitutas y una cantidad fluctuante (dependiendo la ocasión) de alguna especie en peligro de extinción con serias intenciones de reproducirse masivamente (como un bailarin de axé).
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La charla corría viento en popa hasta que llegó la hora de cerrar el local y caminar a casa con una helada terrible, paradójico producto del calentamiento global, y espesa neblina que al respirarse parecía una especie de puré congelado que iba de apoco enfriando y contrayendo mis fosas nasales, bronqueos y pulmones, hasta llegar finalmente al malogrado tendón de aquiles.
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En la caminata interminable y sobrellevable solo gracias al plano mnémico de la ciudad que conservo en mi mente hasta que el Ministerio de Obras Públicas me diga lo contrario, me encontré con exóticos personajes que hicieron de mi infancia de hijo único un mundo menos triste, entre ellos el correcaminos, hi-man, el profesor rossa, el capitan planeta, los cazafantamas, la pandilla, el gordo alberto, denber el dinosaurio, patricio aylwin y las ardillas, y los retardados mentales de scooby doo, la caricatura más repudiable de todos los tiempos.
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El riesgo potencial de ser asaltado por algun sujeto que yo mismo he sido culpable de mantener excluido de nuestra sociedad (comentario para complacer a los cristianos que lean esto), esta vez no me dio miedo, entre otras cosas porque solo traía conmigo mi reluciente carnet de identidad y tres monedas de cinco pesos igualmente relucientes que seguramente terminarían en una repisa, cenicero, o providencialmente convertidas en "ambrosolis".
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Caminaba, como ya dije, recorriendo una desordenada galería de mi infancia, muchas veces invalidada por imágenes pornográficas que aparecían como atentados terroristas imposibles de atajar, hasta que en la puerta de mi casa regresé al frío para buscar las llaves que en ese momento identifiqué como ausentes, y claro estaba, el carnet nunca estaba sólo, iba al lado izquierdo con las llaves, y al lado derecho el vil dinero que en esta ocasión no sobrepasaba los quince pesos.
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Finalmente entré por la ventana del baño y mi madre despertó justo cuando sacaba un trozo de budín de zapallo italiano del microondas con grill que este año nos trajo el viejito pascuero.



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