Monday, July 14, 2008

Un gato para siete jotes

Siete jotes en un árbol deshojado por el otoño, esperaban mi retirada del lugar para volver a abalanzarse sobre el cadáver de un gato, muerto por el disparo de rifle perpetrado horas antes por un niño que jugaba a apuntar a blancos móviles junto a un amigo.

Pensé que una buena forma de terminar el juego pudo haber sido continuar disparando, pero ahora a los jotes que deboraban el cadáver del gato, luego a los jotes que llegaran a com
erse a esos jotes, y al resto que llegara posteriormente. Luego a los perros, que irían a jugar con los cadáveres de innumerables jotes. A la gente, también; esa que llega a mirar el espectáculo, a las autoridades, a la ley, a los mediocres, a los envidiosos, a los de espíritu insano, a los mentirosos, delincuentes, usureros, egoístas, abusadores, avaros. Repentinamente tomé consciencia de mi ensoñación y sin alcanzar a mover un músculo para evitarlo mi moralidad la censuró.

El cadáver del gato está menos comprensible que hacía pocos minutos, y un par de jotes ya no eran capaces de volar. Perfectamente podría haberme acercado a ellos y golpearlos, besarlos o empujarlos, pero tras dichas intenciones aparecieron, primero solapadamente y luego con fuerza, pensamientos que me llevaron a ver a ambos pájaros como dos hombres vestidos de negro, más bien viejos, alcohólicos, viajeros de un puerto lejano, encorvados, pidiendo limosna, o comiendo las sobras de alguien, esperando que el día, tal como la vida, pase y se los lleve. Tranquilos, sin miedo, fumando y resollando con fuerza, como para decir al otro, o a sí m
ismo, o a Dios, que ya están cansados, resignados, que esperar no cuesta nada cuando nada se espera. Se ven el uno al otro no como un compañero o una compañia, sino como a una imagen de sí mismos que ratifica todos sus pesares.

Censuré también estos pensamientos que, sin ser ofensivos, supongo que habrán resultado algo tristes, decadentes o masoquistas para mi subconsciencia; o con alguna significancia que no soy capaz de ver, quizá por abulia, quizá porque no me parece conveniente.


Volví a abrir los ojos, en sentido figurado, pues nunca los cerré. Me volví a dar cuenta de que no es con los ojos que se ve, sino con otra cosa que pudiese ser el recuerdo; me gustó volver a darme cuenta, porque minutos antes te vi a ti, durante pocos segundos, pero te vi, justo frente a mi, encantadora como siempre; pero no eras tú, era un árbol; por lo tanto no te vi con los ojos.


Prácticamente no quedaba del gato muerto más que un puñado de huesesillos desmembrados, esparcidos. Los hombres de abri
go negro ahora marchaban como un pequeño pelotón de ejército compuesto por siete soldados heridos, en dirección al río para beber algo luego de la cena.

Yo me quedé pensando en todo lo que ví, y llegué a la conclusión de que matar a alguien y no comérselo es algo muy malo, pero que por lo menos existen estos ángeles negros que se alimentan del pecado ajeno, o simplemente de un cuerpo desalmado que, por lo mismo, ya no merece la pena mantener indemne.






No comments: