Monday, October 22, 2007

Mac Arenas

ESTO NO LO LEE NADIE - ESTO NO LO LEE NADIE - ESTO NO LO LEE NADIE
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La otra noche junto a tres de mis amigos, Tomás, Alba y Edison, caminábamos por avenida Cartujas rumbo a la casa de Mac Arenas, quien nos invitó a celebrar las nosecuantas primaveras de su esposa, Macarena Castillo, o, la señora Castillo de Arenas.
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Mac y Macarena, en una actitud vedetista, decidieron no aparecer en el lugar del evento hasta que ya estuviesen instalados la mayor parte de los invitados, y ahí entonces presentarse ante la multitud.
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Cuando nosotros entramos en el lugar la iluminación era escasa, permitiéndonos sólo distinguir a quienes se encontraban a tres o cuatro metros de distancia. Tomás, Alba y Edison decidieron ir a conversar un rato a la barra principal; allí se encontraron con varios de nuestros amigos, quienes llegaron a la fiesta pocos minutos antes que nosotros.
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Mientras me paseaba por el lugar semioscuro, y ya bastante atestado de gente, aproveché de robar pequeños objetos de valor a quienes -felices y glamorosos- esperaban ansiosos el ingreso de los Arenas. Me apoderé de dos celulares, tres relojes, dos cadenas aparentemente de oro (uno nunca sabe) y un pañuelo de seda del que me hice dueño sin problema alguno, pues apareció tirado justo frente a mis pies.
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Cuando se encendieron las luces medio encandilantes que permitieron ver la hermosa ornamentación de las partes más altas del techo del local, aparecieron desde el fondo, tras una cortina de humo, nuestros amigos Mac y Macarena, del brazo, muy enamorados. De inmediato me largué a llorar, dejé de pensar en todo lo que no tuviera que ver con el amor, y comencé a sentir que mis entrañas eran más livianas.
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No me gustan los poetas que escriben poesía como quien se prepara un par de huevos revueltos, y muchas veces tiendo a sentirme parte de aquél grupo.
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Volviendo a lo del cumpleaños; todo muy bonito, harta comida, postres y jugos, eso si que el ambiente lo único que tenía de acogedor era el amor recíproco que irradiaban los novios, porque por muy adornado que estuviese el local, era muy alto, muy grande (a pesar de la profusa concurrencia jamás pareció lleno), y aunque no hacía frío, al contrario, un poco de calor, era fácil imaginar que en cualquier momento comenzarías a congelarte.
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Yo no soy un tipo que suela robar, para nada, soy más de actos altruistas que de robos, y más aún de ninguno de ambos, pero esta fiesta tenía ese no sé que especial, un ambiente ni grato ni ingrato, más bien raro, que lo vuelve a uno igualmente raro, lo que, en mi caso particular, me llevó a cometer algunos hurtos, claro está, de forma absolutamente pacífica. Roberto Concha, productor del evento, no consideró la parte de la seguridad. La gente iba a bailar tranquila a la pista dejando sus cosas tiradas en las mesas y sillas. Yo al principio no quería más que un encendedor para prender el cigarrillo que encontré en el bolsillo del terno que no usaba desde el funeral del perro de una ex polola, pero cuando metí la mano en la primera cartera no pude evitar hacerlo con varias más.
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Modern talking apesta, pero calza muy bien con lo que podría entenderse como el alter ego de Mac. Lo digo así tan suelto de cuerpo porque conozco a Mac hace más de doce años, así que sé de lo que hablo.
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Y a propósito de Mac, está gordo, como buen nuevo rico debe estar comiendo cosas que antes jamás probó, y de seguro lo hace sin restricciones, para mantenerse bien consciente de que vive en abundancia y así evitar confundirse con su ex si mismo inmerso en un mundo de precariedades. Tiene la corbata encarnada en el cuello, una mezcla entre obesidad y retención de líquidos; Macarena anda mejor, se ve que está en plan SPA, gimnasio, trote y alimentación saludable. Por mi parte, yo como siempre más de la cuenta mientras salga a cuenta.
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Feliz cumpleaños Macarena -dije a la festejada. Ella agradeció muy efusivamente, me abrazó mucho más que yo a ella, y cargó su mejilla contra la mía mucho más de lo que yo consideraría suficiente. Lo bueno fue que tenía buen olor.
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A eso de las tres de la mañana me di cuenta de que estaba medio pasado en copas, pregunté a quienes me parecían caras conocidas sobre el paradero de Tomás, Alba o Edison. Se fueron. No tuve más remedio que despedirme de todos quienes aparecieron en mi paso y emprender marcha a casa sin nada que contarle a mi almohada, con la garganta deshecha, los pies sudados, la espalda fría y el pelo sucio.
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Llegué a leer un rato, no aguanté muchos minutos en eso y decidí escribir. Habrán sido dos o tres líneas y me arrojé al sueño.
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Así es la vida, objetivamente tiene menos brillo que la tierra, cavando se busca en ella minas de oro, pero las piedras reinan. Yo mismo soy una piedra.
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ESTO NO LO LEE NADIE - ESTO NO LO LEE NADIE - ESTO NO LO LEE NADIE

1 comment:

Tosino said...

Mi arma no me diga ezo que se me rompe el corazón tu ere tambié una piedra prezioza.