Thursday, October 16, 2008

playa no apta para suicidas

Me siento mas o menos, una náusea sutil y permamente anuncia que el corazón podría salírseme por la boca, lo que acentúa mi náusea. De morir algún día no pensé que sería atragantado con mi propio corazón.
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Del paisaje solo centro mi atención en las rocas estériles, infértiles como mi respiración, lejanas e inaccesibles, como el fondo del cielo. Ciertamente todo es infértil. Hoy todo cae. La tierra cae junto al cielo, se me suben los órganos en la caída, el corazón taponea mi esófago; no hay más sentido que el descendente, el sentido que indican mis lágrimas espesas, esas que al secarse dejan su estela de sal en las mejillas.
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Cualquier atisbo de mejora parece una imprudencia, un intento maníaco y precipitado de cruzar la calle obviando el río de carrozas fúnebres avanzando en carrera hacia la muerte.
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Una somnoliencia gredosa, de tamaño impreciso o cambiante, me acaricia e invita a descansar, mientras el sol es la felicidad que con un dedo se tapa si así lo dispongo.

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